cactus
![Los cactus de la subfamilia Pereskioideae](https://www.revista.unam.mx/wp-content/uploads/1_cactus_de_la_subfamilia_pereskioideae.jpg)
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No todas las plantas con espinas son cactus. Las cactáceas son plantas que crecen en ambientes terrestres; muchas de ellas producen flores de colores vistosos y suelen tener cuerpos suculentos cubiertos de espinas.
Sin embargo, algunos cactus tienen hojas y también espinas, y sus tallos pueden ser o no suculentos (Figura 1).
Las espinas son hojas que se modificaron para evitar perder agua por evaporación, regular la incidencia de luz y la temperatura, así como proteger y dotar de formas de propagación a las plantas.
Los cactus pueden almacenar agua hasta en un 90% de su volumen (Bravo y Sánchez, 1978; Anderson, 2001), por eso se dice que son plantas suculentas.
La capacidad de almacenar agua se debe a que los tejidos internos de los cactus son como una esponja que absorbe y almacena agua en mucílagos azucarados o resinosos (Anderson, 2001). Las espinas, los cuerpos suculentos y las cutículas cerosas aislantes son adaptaciones a ambientes donde el agua es escasa (Anderson, 2001; Bravo y Sánchez, 1978; Oldfield, 1997). No obstante, estas características no son exclusivas de las cactáceas, ya que otras plantas también las tienen. Por ejemplo, los cuerpos suculentos y con espinas se encuentran también en otras familias como Euphorbiaceae (Figura 2a) y en otras del orden Asparagales de las familias Agavaceae (magueyes, Figura 2b) y Asparagaceae (yucas, izotes, sotoles y soyates, Figura 2c).
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Entonces, ¿cómo distingo a los cactus?
Si las espinas y los cuerpos suculentos no definen a los cactus, lo que sí los define son las areolas, que son visibles a simple vista. Las areolas son áreas que parecen “botones”, donde se desarrollan las espinas, flores e incluso ramas (Bravo y Sánchez, 1978). En los nopales y en las tunas (Figura 3), podemos observar esas areolas algodonosas y espinosas que constituyen meristemos de crecimiento especializados característicos. Todas las plantas que tienen areolas son cactus y, por tanto, pertenecen a la familia Cactaceae, que además presentan ovarios ínferos rodeados por pericarpelos carnosos (Anderson, 2001). Por ejemplo, al pelar los nopales y las tunas, retiramos las espinas grandes y pequeñitas, concentradas en esas pequeñas areolas (Figura 3).
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Centros de diversidad cactológica del mundo
Desde el sureste de Canadá hasta la Patagonia hay cactáceas, y aunque se les puede encontrar en bosques húmedos y templados, en selvas tropicales y manglares, así como en bosques fríos de coníferas; estas son más diversas en las zonas áridas y semiáridas del sureste de Estados Unidos, México y América del Sur (Anderson, 2001).
Los patrones actuales de distribución de las cactáceas señalan a ciertas áreas del continente americano como centros de mayor diversidad. Algunos autores han identificado que esos centros se hallan principalmente en México y en América del Sur. De acuerdo con Mutke et al. (2015) se destacan siete centros por su alta diversidad cactológica, los que suman 877 especies y 173 géneros. Cuatro de ellos se ubican en México y suman 542 especies y 100 géneros; los otros tres centros están en América del Sur, en donde destacan la región de los Andes Centrales, la Caatinga y la Mata-Atlántica, que suman 335 especies y 73 géneros. Respecto a los cuatro centros de México, estos abarcan a los desiertos Chihuahuense y Sonorense (centro Chihuahua), otro está en el estado de Jalisco (centro Jalisco), al centro-sur de México está el Valle de Tehuacán-Cuicatlán (centro Puebla-Oaxaca) y una región de los estados de Sonora y Sinaloa (centro Sonora-Sinaloa). Sin embargo, varios estudios previos ya habían reconocido a algunas de estas zonas por su diversidad de cactus. Por ejemplo, Hernández et al. (2004) identificaron que el Desierto Chihuahuense registra 324 especies agrupadas en 39 géneros. Recientemente, Brailovsky y Hernández (2022) reconocieron a los desiertos Chihuahuense y Sonorense, así como al Valle de Tehuacán-Cuicatlán como áreas que destacan por su diversidad de cactus. Por lo anterior, a México se le reconoce como el país que concentra la mayor riqueza mundial de cactáceas, con casi 700 especies, de las cuales el 74% (517 especies) solo viven en el territorio mexicano, es decir, son endémicas (Ortega-Baes y Godínez, 2006).
Debido a que no hay fósiles de cactus, con base en filogenias moleculares se ha propuesto su origen en América del Sur (Nyffeler, 2002), que se estima ocurrió hace 35 millones de años (Arakaki et al., 2011). En estudios palinológicos realizados en el Valle de Tehuacán-Cuicatlán (Puebla y Oaxaca) se han hallado granos de polen de cactus columnares (Ramírez-Arriaga et al., 2014; Ramírez-Arriaga et al., 2017) en estratos geológicos cuya edad se estimó en 16 millones de años. Desde ese entonces, los cactus en esa región de México han evolucionado. En particular, en la zona árida del Altiplano Mexicano, los cactus globosos pequeños han proliferado y diversificado en los últimos 7 millones de años (Chincoya et al., 2023).
Por otro lado, México, junto con otros países, firma el acuerdo cites (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) con el propósito de controlar, regular o prohibir la venta internacional de especies. El cites jerarquiza estas restricciones de comercio en tres Apéndices, siendo el Apéndice i el más estricto, ya que contiene a las especies para las que se prohíbe la venta de individuos completos vivos o muertos, y partes de ellos, como serían pedazos de plantas y semillas en el caso de los cactus, salvo mediante permisos especiales o para efectos de colección y manejo científico de los ejemplares. El Apéndice I contiene 81 taxa de cactus, mientras que el resto están en el Apéndice ii, exceptuando a los géneros Pereskia, Pereskiopsis y Quiabentia, que no están incluidos en ninguno de los tres apéndices (CITES, 2023).
Amenazas que ponen en riesgo a los cactus
Las principales amenazas reconocidas para los cactus son la expansión de la agricultura, la ganadería y la acuacultura, las grandes obras de infraestructura, el uso biológico y los desarrollos residenciales y comerciales (Oldfield, 1997). Esto evidencia que el cambio en el uso del suelo y el saqueo de plantas vivas representan las principales amenazas para la persistencia a largo plazo de los cactus; incluso la extracción de ejemplares y la construcción de desarrollos urbanos pueden diezmar poblaciones enteras (Goettsch et al., 2015). Por ende, su conservación requiere la protección tanto de las especies como de los lugares en los que habitan. Las plantas vivas y las semillas también son destinadas a grandes colecciones privadas, y la alta demanda del mercado ilegal, conformado por consumidores aficionados a nivel nacional e internacional, pone en riesgo a los cactus (Margulies et al., 2022).
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La extracción intensiva y crónica de plantas por motivos culturales también plantea un problema para la conservación de las cactáceas (profepa, 2016). Por ejemplo, en la gastronomía mexicana, el acitrón, un ingrediente de varios platillos, solía obtenerse de los cactus, principalmente de Echinocactus platyacanthus (Figura 4a) y Ferocactus histrix (Figura 4b). Estas especies son endémicas de México y se encuentran en la categoría de en Peligro de Extinción y Sujeta a Protección Especial, respectivamente (dof, 2019). La explotación de especies en peligro de extinción está estrictamente prohibida, y cualquier actividad extractiva debe ser denunciada ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (profepa). Además, estas dos especies, al igual que la mayoría de las cactáceas, presentan tasas de crecimiento muy lentas, dificultando la recuperación de sus poblaciones. Por ejemplo, la biznaga burra, E. platyacanthus, en condiciones naturales crece de 1 a 2 cm por año (Jiménez-Sierra y Eguiarte, 2010; Figura 4a), lo que implica que se necesitan décadas para tener plantas adultas capaces de reproducirse. En el ámbito culinario, una alternativa es reemplazar el acitrón obtenido de los cactus por dulces de camote, papaya y chilacayote (Cedillo, 2020).
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El saqueo de plantas, un problema que todos podemos evitar
Todos podemos contribuir a evitar el saqueo de plantas implementando el buen hábito ciudadano de no comprar plantas cuyo origen sea desconocido o sospechoso. El saqueo masivo de cactus, sin control, se ejerció desde el siglo pasado hacia países extranjeros, particularmente hacia Alemania, Austria, Bélgica, Holanda, República Checa, Japón y Estados Unidos de América (Scheinvar, 2004). Algunos naturalistas al parecer se interesaron en coleccionar cactus con fines de estudio (Mottram, 2014); sin embargo, la gran mayoría ha sacado plantas y semillas para venderlos en sus propios países (Robbins, 2003).
Esta práctica de comercio ilegal intenso ha llevado a que hoy día muchas especies raras y en peligro de extinción se vendan sin restricciones en varios sitios de internet de distintos países de Europa occidental y Asia (Olmos-Lau y Mandujano, 2016). El comercio ilegal trafica tantas plantas que puede acabar con toda una población y colocar a toda una especie en la posibilidad de desaparecer (Goettsch et al., 2015). Entre los cactus, los que más preocupan son las llamadas especies raras. Estas especies suelen tener una distribución geográfica altamente restringida, con una o pocas poblaciones las que en general son de tamaño pequeño (Hernández y Godínez, 1994). Desde hace décadas, las especies raras han estado bajo una presión de recolección y saqueo tan intensos que casi todos se encuentran en peligro crítico de extinción (Margulies et al., 2022). Esto se debe a la alta demanda que tienen las especies raras en el mercado ilegal donde alcanzan los precios más altos (Robbins, 2003); sin embargo, muchas de estas plantas mueren en el tránsito antes de llegar a sus compradores, principalmente coleccionistas privados del extranjero.
Además, en las últimas décadas, en lo que se conoce como arquitectura del paisaje, especies suculentas, incluyendo varios cactus columnares y biznagas de gran tamaño, se extraen de poblaciones naturales para decorar jardines residenciales y áreas verdes públicas. Para mitigar esta extracción, en el sur de Estados Unidos de América (Arizona y Texas) se ha implementado la producción de estas plantas en invernaderos legales, siendo Arizona líder como exportador de cactus, vendiendo a más de 40 países (Robbins, 2003). En contraste, en México, obtener la autorización para cultivar y exportar plantas propagadas es complejo, ya que se enfrentan a regulaciones estrictas y trámites complicados que desalientan a muchos productores (Bárcenas, 2003).
En México, muchas plantas extraídas ilegalmente se venden localmente en mercados y en la calle, y varias páginas de internet anuncian especímenes sin mostrar permisos que garanticen un origen y producción legal (Olmos-Lau y Mandujano, 2016). Para dimensionar el problema, el lector puede considerar el impacto de mil personas comprando una planta cada una, lo que equivale a mil plantas lo que puede representar a toda una población o especie completa (Solórzano et al., 2016). Otro aspecto a tener en cuenta es que a mayor precio de un cactus, mayor es el riesgo de su desaparición, ya que la falta de opciones legales impulsa la extracción ilegal con sus costos asociados (Robbins, 2003).
Si el saqueo de cactus es un delito y su venta una amenaza, ¿cómo obtener un cactus sin perjudicarlos? Si te apasionan los cactus, puedes adquirirlos con la garantía de que fueron producidos en viveros y en unidades de manejo con los permisos legales correspondientes, o de aquellos vendidos en jardines botánicos. Estos lugares exhiben permisos en sus instalaciones y colocan etiquetas en las macetas que indican el origen del vivero que propagó esa especie. En nuestro país, los permisos son emitidos por la semarnat, a través de Unidades de Manejo Ambiental, Predios de Manejo Ambiental, Instituciones Universitarias y organizaciones ambientales. Aunque puede ser tentador, se debe evitar comprar en sitios de internet con plantas de procedencia dudosa. También es recomendable no adquirir cactus vendidos en la calle o aquellos que carezcan de la etiqueta de producción certificada en las macetas.
El caso de los cactus pequeños
Los cactus de tamaño reducido (menos de 30 cm de altura) son codiciados por su tamaño compacto, sus flores vistosas y sus formas llamativas (Figura 5a y 5b). Estos cactus son ideales para cualquier azotea, balcón o ventanal, ya que requieren cuidados sencillos, convirtiéndolos en plantas ornamentales de alta demanda. No sorprende que estas plantas de pequeño tamaño, al igual que sus contrapartes más grandes, los cactus globosos y columnares, estén siendo afectadas por el mercado ilícito.
Esta demanda se ha sumado a la problemática del cambio en el uso de suelo en sus hábitats naturales, llegando al punto en que en México el mayor porcentaje (63%) de especies en riesgo pertenece a géneros de cactus pequeños, destacando entre ellos los géneros Ariocarpus (7 especies) y Mammillaria (109) (dof, 2019; Figura 5).
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Además de amenazar la existencia de estas especies, el mercado ilegal de cactus conlleva daños económicos significativos, estimándose que pueden alcanzar hasta los dos mil millones de dólares al año (Lawrence, 2022). Cuantificar el impacto real del saqueo de especies es un desafío, ya que se comercializan plantas completas o partes de ellas, e incluso semillas, lo que complica aún más el problema (Olmos-Lau y Mandujano, 2016; Robbins, 2003). Algunas estimaciones indican que anualmente se comercializan entre 7 y 8 millones de cactus en el mercado nacional e internacional (Scheinvar, 2004).
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